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El balcón de la casa I

Jericó, Antioquia. 24.03.2019. Revisitado: 24.03.2021 I.  La primera casa en la que viví estaba a la entrada de Campamento, Antioquia. La recuerdo pequeña, con el piso en grabados y de colores, con una entrada normal y cortinas feas, no sé quién las mandó a hacer, si mi papá o mi mamá, pero eran exageradas: en tonos verdes y con unas figuras alargadas.  Al lado de la puerta, a mano derecha, estaba la primera habitación; y a mano izquierda, la sala, en la que yo guardaba mi triciclo, una sillita de mimbre y en la que siempre se veían regados por el piso juguetes y partes de muñecas. Allí estaban también el televisor y algunas plantas de mi madre. Al lado, estaba mi habitación, y frente a mi habitación, la de mi hermana. Pero no me interesaban mucho esos lugares de la casa, porque mi favorito estaba más atrás, al otro lado, justo junto a la cocina, allí, en el balcón trasero, sucedía toda la magia que le faltaba al resto de la casa.  El balcón del patio estaba ubicado al otro lado de la

How blue can you get

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En principio el Blues fue una mezcla de espíritus libres anteponiéndose al peso de la opresión. Luego se convirrtió en voces y sonidos génesis del soul, el jazz y el rock; cantos sagrados de corazones emancipados, melancólicos y perseguidos.  En sus acordes abisales están las plantaciones de algodón y plátano, en esas músicas quedaron condensados el vuelo de los copos de algodón y el ruido del delta del Missisipi. Es un ritmo con fórmula viajera que navegó por urbes y campos proclamando un liricismo mestizo.  El negro, despojado de tambores y aferrado a sus creencias, inventó la libertad en medio del encierro: una música que aparte de expresar su dolor, guardaba su fe, incluso en medio del sometimiento que ejercían los blancos terratenientes. Finalizando el siglo XIX, en el sur de Estados Unidos confluyeron africanos, indígenas y blancos, en una época de poca bonanza y tratos inhumanos, rezagos de la colonización española. No muchos querían ser portavoces de los esclavos, sin e

El café, elixir ritual y guarida centenaria

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Se encuentran en veredas lejanas, errantes en carreteras, en balcones de los pueblos, en barrios exclusivos, al lado del mar, en la periferia. Algunos tienen ambientes exóticos, otros son la representación de las costumbres lugareñas. Los hay íntimos, temáticos, cantineros, coloniales, lujosos, lejanos, inolvidables: los cafés constituyen un refugio para quienes disfrutan de la centenaria bebida que les da nombre y también para aquellos que los habitan para divagar. Más que bebida, el café es un ritual que abarca, desde el cultivo, recolección, secado y tueste de la semilla; hasta las mezclas, servido y acompañamiento que cada persona quiera darle a la experiencia.  Se acude a una taza de tinto como fuente de inspiración o por el mero placer de degustar su elixir amargo y oscuro, del que han emergido no pocas obras de arte y proyectos.  A quien diga que en las tiendas de café no solo se vende la bebida, se le concede la razón: los tés, tartas y mezclas aromáticas, hacen parte

Ves los días como otras palabras

Miércoles 25 de mayo de 2016. 3:17 p.m.  Suena mi teléfono -Hola, Mami. -Holi, Condi. -Má, acuérdate que hoy vamos a comprar las materitas para pintarlas. -Mi amor, es miércoles, no viernes, pero también podríamos ir. -Ay, confundí el día. -A veces me pasa lo mismo. -¿Y te ha pasado que confundes los días porque los ves como otras palabras? -Condi, ¿cómo así? -Es que cuando escucho jueves pienso en un remolino, los martes son unas naranjas...los lunes son de color azul, los miércoles se parecen a la palabra 'huevitos' y los viernes son como un loro amarillo. #Alicia  #Runrabbitrun  #Wereallmadhere 

Candelaria al fresco en Ambalema

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Por: Natalia Piedrahita Tamayo Candelaria al fresco en Ambalema (1992) es una escultura de la artista plástica Martha Lucía Villafañe. En su anatomía se asoman el hierro, el cemento vaciado y policromado y un montón de historias que atestigua silenciosa, mientras el tiempo pasa y el clima cambia. Esta carta a esa voluptuosa matrona que recibe a los visitantes del Museo Universitario -MUUA-, fue publicada en la edición #198 dela Agenda Cultural Alma Máter , junto con otras misivas. ¡Ay Candelaria, qué calor hace aunque sea octubre! Los días se están volviendo soles, pequeñas hogueras. Te miro y pienso en el mar, en un viento lleno de sal y arena, en faunas exóticas y pueblos reales con nombres de ensueño. Yo no tengo certeza sobre tu natalicio, no sé si vienes de Mompox o de Margento, de la ciénaga o del mangle; pero tienes la magia de las tierras cercanas al mar, condensadas en tu figura ondulada y en tus cabellos que destilan trópicos. Te sentaste en la silla a mirar la fue

El gitano que se nos voló del cuento

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Por: Natalia Piedrahita Tamayo Conocí a Farley Velásquez en el Teatro La Hora 25 , hace once años, hablando de rock. Había ido con una amiga a ver la obra  The New Gangsters B.F.A . En ese momento cursábamos segundo semestre del pregrado en Periodismo y aún no sabíamos quién era ese corsario que se sentó al lado. Mientras tarareaba una canción que sonó en el bar del teatro, comenzó a hablarnos de Deep Purple . Si en la actualidad alguien me habla de esta banda, le escucho por decendia; pero en esa época significaba para mí algo más, una suerte de conexión espiritual, y con él fue la notificación de que entendía, en una canción o sonido, algo que yo llevaba en el alma. Desde ese momento, coincidíamos frecuentemente, veces como vecinos, a veces en EAFIT, en un par de ocasiones en festivales de teatro en Bogotá y alguna vez en la Universidad de Antioquia. Pero fue entre los años 2007 y 2010 que más lo vi, porque yo trabajaba en la sección cultural del Noticiero Telemedellín y

Breves apuntes sobre la soledad

Por: Natalia Piedrahita Tamayo Hace unos años soñé que caminaba por un jardín con unas niñas y les enseñaba a hacer vestidos largos con hojas de árboles. Aunque era un sueño tranquilo, me sentía confundida. En el reino onírico sabía que esas niñas no eran ni mis hijas, ni mis alumnas, ni mis amigas, sino que eran una extensión de mi ser. La sensación de armonía del sueño lejos de satisfacerme me inquietaba y, desde que desperté, nunca la he olvidado. Tardé un tiempo en hilar alguna conexión con la realidad, ya que mis voces interiores aprovecharon aquella escena que me inquietó para hablarme de algo que hoy considero importante. La pluralidad es inherente a nuestra condición, somos materia cambiante y compuesta de infinidad de elementos: sensaciones, pensamientos, deseos, recuerdos, miedos, percepciones. No somos uno o quizá sí: somos la sumatoria del tránsito por el mundo. Sin embargo, nos han acostumbrado a creer que 'en equipo' todo es mejor, que ser parte de cierto