Tantas voces como colores

“I taste your scent...
distant noises, other voices”
Robert Smith

Pocas cosas son tan agradables al oído, como el sonido de una buena voz. Y para la infinidad de gustos, las hay en su variedad de tesituras, que van desde los tonos altos hasta los más bajos, marcados siempre por los timbres y su respectiva intensidad.
Hay quienes gustan de las voces profundas y dramáticas que están presentes dentro de las clásicas operetas, mientras que otros se decantan por la sicodélia fónica que crean algunos cantantes de Blues o Rock. Están aquellos que un día quieren escuchar voces femeninas tan suaves como el canto de un canario, y al otro, necesitan una sobre dosis de Tom Waits.
Claro que, como pasa con los demás sentidos, no todo el mundo da la misma importancia a lo que pasa por su filtro auditivo; pero lo cierto es que en mayor o menor medida, emocionalmente todos somos vulnerables a la voz. Faltaría experimentar en carne propia la sordera, para saber como se maneja así el concepto del oído, pero ese ya es otro tema.

Desde los relatos de la mitología griega se cuenta como marineros y héroes como Ulises, eran distraídos dentro de sus labores en el mar por voces de sirenas, que los llevaban a internarse en paraísos emocionales, distrayéndolos de sus labores y muchas veces, enamorándolos hasta llegar a la perdición.
Se habla al respecto, y en la misma corriente, sobre tres diosas relacionadas con el sonido producido por la voz: Mete y Nete, representando la escala de variaciones de tonos, y Terpsícore que es el espíritu que acoge los sonidos dentro de toda la gama universal posible.
Asimismo dentro de los libros sagrados, como la Biblia y la Torah, Dios se presenta a los testigos, que posteriormente escribieron los salmos, como voz que surge entre rocas o montañas, sin mostrar otro registro de su ser.
Todo esto da cuenta del caracter sugestivo y abstracto de la voz, que no puede pasar desapercibido, y que marca decisivamente factores culturales y humanos según quien la emita y el mensaje que de.
Y para la muestra, podemos escuchar el canto de un habitante del Oriente Medio contrastado con el de un americano. La pregunta sería ¿Por qué al finalizar cada estribillo los primeros, a diferencia de los americanos, parecen dándose golpes de pecho? La respuesta está dada en una serie de influencias religiosas, que terminan determinando la melodía de las canciones pop de esa región.

Desde la aparición de la radio hace 104 años, hasta el día de hoy, este medio se ha caracterizado por ser una compañía para los escuchas, además de brindarles la posibilidad de interactuar con los locutores, a través de los temas que se proponen al aire.
No son pocos el número de casos en que el oyente se enamora de la calidez de una voz, ensoñando físicamente al príncipe o princesa que esta del otro lado, hablando, riendo. Sin saber con certeza cómo es su imagen, la voz erige una cantidad de sensaciones que terminan por aceptarse, y por ello no es extraño que, al darse una pasada por algún programa radial, se escuche recurrente la voz de una señora que elogia al locutor, diciéndole que lo quiere conocer o que la invite al programa. Y abundan el número de casos en que, tras conocer al emisor en persona, el oyente en cuestión, queda con la ilusión rota, por la ensoñación que le había hecho imaginar un ser totalmente diferente.
Pero también existe el tipo de personas que sólo son conquistables por la voz, o que le dan un gran peso a ésta, independiente de quien la posea.

La voz como eco del alma.

Sin duda, existe una relación estrecha entre la ambientación, el sueño y la voz.
Un claro ejemplo de ello, es la unión que se ha creado musicalmente entre Leonard Cohen, Tom Waits y Nick Cave, más allá de su particular entonación, por un hilo delgado, que ha sumido a sus consumidores, en imágenes mentales deleitantes, y lo más importante, muy similares.

Al primero, le gusta hablar de los judíos, el abandono y los asesinos en serie.
El segundo, inclasificable temáticamente hablando, opta por acompañar su voz con vibráfonos, pianitos de mano y elementos creados por el mismo, ante una ronquera impresionante que adquirió a punta de Whisky, y en medio de la admiración que sentía desde pequeño por la alucinante voz de su tío, al que le habían dejado una tijera en la garganta después de una operación.
Del tercero, hijo de la melancolía causada entre el amor y la sensualidad de las voces negras, se ha dicho que es el hijo de Tom Waits, y que lo hizo una noche en que leía a Charles Bukwoski.
El caso es que se han venido erigiendo como una trinidad, gracias al ambiente complementario que genera el tono de sus voces: imágenes de un hombre caminando a lo largo de un ferrocarril abandonado, a las cuatro de la mañana, mientras un payaso sale de una carpa circense en medio de una melodía de carcajadas tristes.
Así, es la atmósfera que se crea a través de sus voces lo que los hace similares, sin hablar de las mismas cosas dentro de sus canciones.
Pero la voz es también es el mensaje que transmite, al lado del modo de transmisión. Por ello, no es lo mismo escuchar un tango en formato de casete, que saliendo de un long play, donde la voz está adornada por los ecos que el tiempo ha dejado en la grabación.
Éstos son otros registros de sonido diferentes a la voz humana, pero que, dentro de la lógica del lenguaje de los cosas, si es que existe, constituiría un tipo de voz. Como el sonido de un piano o el de una marimba. El del viento contra una tabla, el de una cascada alta o el de los truenos.

Las voces femeninas, destructoras de paradigmas

Así como existen imágenes icónicas que por medio del lenguaje visual han terminado siendo sinónimo de la palabra escrita o reemplazándola, el lenguaje sonoro mantiene los diferentes ruidos, voces y músicas como representaciones de lo que son los conceptos.
La diferencia oscila en que la imagen, por si sola, trasmite una idea inmediata; en cambio el sonido le da espíritu, a modo de ritmo, y dependiendo del imaginario de quien lo percibe.
Así la voz de un indígena, no solo nos pinta sus facciones, sino que nos remite a la selva o nos hace imaginar un vestido lleno de jeroglíficos y plumas, según las construcciones que existan en nuestra mente.
O algunas más conmovedoras como el canto de las negras de la iglesia bautista, que muchos sólo conocemos por medio del cine, y que hacen que soñemos por primera vez con estar en medio de una misa, a las seis de la mañana, para sacarnos todos los demonios.
La voz femenina, asociadas a través de la historia con la dulzura, el hogar y las heroínas trágicas, ha venido transitando por un proceso de cambios a través de los diferentes géneros musicales contemporáneos.
Un ejemplo común es Tori Amos, que a partir del recuerdo de sus experiencias juveniles, comienza a internarnos en la vida íntima de una cantidad de personajes, todos femeninos y todos ella, que nos hablan desde los sueños, pero también desde el dolor.
En la mayoría de las canciones, que básicamente se componen de su piano y su voz, nos interna en historias de amor, desamor y liberación, proponiendo otra concepción ante figuras fantásticas como Alicia, de Lewis Carroll, o incluso religiosas, como Jesucristo.
Y entre la delicia vocal que genera a través de la música, irrumpe en sus entrevistas con testimonios acerca de los temas y sensaciones que algún día la impulsaron a cantar.

Otra representación de la construcción de nuevos paradigmas musicales, la trae Diamanda Galas, que por medio de la versatilidad de su voz, ha logrado establecer una imagen femenina puede ir desde la princesa encerrada dentro del castillo, hasta una creadora de atmósferas dolorosamente oscuras.
Acompañada de líricas sobre la locura y el vampirismo, ella expresa que conoció su voz por primera vez, después de comenzar a tocar el piano en hospitales para enfermos mentales: melodías embriagantes, que ha sabido acompañar con otros ritmos más tropicales que su esencia, como la salsa y el flamenco, sin perderse.

La importancia de conservar la propia voz

La fonética, ciencia que estudia los sonidos producidos por la voz dentro de los diferentes idiomas, dice que para que se produzca ésta, se hacen necesarios tres elementos: un cuerpo elástico vibratorio, un elemento que lo mueva y una caja de resonancia que amplifique las vibraciones.
El proceso, determina las condiciones de intensidad, tono y timbre que le dan personalidad a su sonido. Se dice que el aparato fonatorio humano es el más perfecto de todos, por tener una constante capacidad de modificación, ante las formas que adopta a través de su capacidad.
Este es el proceso que da a luz la voz, como elemento perceptible, seductor y a veces, hasta curativo.
Y para quienes buscan un tipo de voz que los alivie, que mejor acción que se dedicarse a rastrear a través del gusto personal, cúal es la conveniente.
La solución podría estar grabada en un cd, rodando en una radiodifusora o quizás, a través siete números telefónicos claves, bien sea porque esta caja le lleva ante la voz de su amor, o hasta el sonido del contestador que nutre sus solitarias esperanzas.
Pero es importante ser consciente de que las voces son tan apasionantes como el fútbol o la comida, tanto, que cuando suscitan un sentimiento, puede llegar uno a padecer la obsesión de ver el mundo sólo a través de ellas. Cada vez existen en el mundo mayor número de grupos, que aparte de tener una voz principal, imitan todo el resto de sonidos de una banda de instrumentos, por medio de su aparato fonatorio, y eso dice algo.

Puede ser que en medio de una audición resultemos enamorados de Kurt Cobain o Billie Holiday, o que en medio de nuestro sueño nos sobresalte siempre el mismo tango gardeliano… el caso es que lo que entra por los oídos, resulta tan embriagante, si uno se detiene a mirarlo, como interesantes resultaban los olores para Grenouille en El Perfume.
Pero es claro que la voz no es sólo su tonalidad, sino también el lenguaje que transmite, y en este caso es más que aplicable la célebre cita de Marshall Mcluhan, de que el medio es el mensaje, en la medida en que la voz como ente creador, depende de los usos que se le de, bien sea dentro de las artes que se han desarrollado en torno a ella, o en nuestra comunicación cotidiana.
Gracias a dios, es uno de los elementos de comunicación que mayor versatilidad plantea, ante una creciente homogeneización de las palabras y de su forma de pronunciación. Porque por más que queramos forzar nuestro hablar, la voz es una expresión interna desde su mismo nacimiento y en nombre de la riqueza de sensaciones que plantea. Además por respeto a la individualidad, debemos resistirnos ante al creciente intento de homogeneización en el que está cayendo.
Y dentro de la preocupación estética que plantea la emisión de esta, también existe una idea anteriormente mencionada, que debe reafirmarse: por inusual que sea, cada voz tiene su encanto y función dentro de la subjetividad.
Por eso, al hablar de sonidos y voces, es tentador recurrir a términos como delirante, alucinante, conmovedor…ya que la sensación producida por este sonido, es digna de una palabra intensa, tanto desde su estructura lingüística, como en el significado que se deriva de ella, sin olvidar que es un tema tan inagotable, como las sensaciones que produce.

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